Libertad sexual: el peligro del deseo


El sexo ahora es muy sencillo de conseguir. Basta con descargar aplicaciones en tu celular para generar encuentros sexuales casuales. Muchos. No es necesario ni siquiera invertir dinero para conocer a otra persona para un poco de sexo sin compromiso. “No strings attached.”

 

En pocos años, las redes sociales han modificado significativamente las relaciones humanas. El otro día encontré una aplicación de Sugar Daddys buscando jovencitas dispuestas a intercambiar sexo y compañía por una vida de lujos y viajes. (Lástima que soy ya casi una cuarentona.)

 

Defenderé, hasta mi último respiro, que el ser humano merece una vida sexual sana y placentera. Sin embargo, creo que el sexo en serie que muchos practican ahora no precisamente es sano y placentero.

 

Es divertido vivir aventuras sexuales, pero el cúmulo de experiencias sexuales con distintas personas es, normalmente, insatisfactorio. Eso sucede, me parece, por la falta de un deseo sexual genuino.

 

Irte a la cama con alguien no debe ser tomado tan a la ligera. No sólo se comparten fluidos corporales, también se mezclan energías y se genera una reacción bioquímica en el cerebro.

 

Además de la facilidad para generar encuentros sexuales, la cultura de consumo ha originado que también “consumamos” personas. Unos cuantos mensajes, un encuentro en algún bar y después a la cama juntos. Sin ser prejuiciosa, me parece que la libertad sexual pone en peligro el deseo y el placer.

 

Me fascina que hoy en día son más las mujeres defendiendo su derecho a una sexualidad placentera y se muestran curiosas por su propio cuerpo. Se han liberado de prejuicios, estereotipos y tabúes, y buscan constantemente una educación sexual. Son ya varias directoras produciendo pornografía de calidad para mujeres.

 

Pero me parece que se nos está olvidando que el deseo es lo único que puede desatar noches ardientes y pasionales. Y ese deseo no se origina con un par de horas. Debemos entender que si deseamos a otro no es porque sea atractivo. Es atractivo porque lo deseamos. (Esto comprueba que el amor es ciego.)

 

Pero no es suficiente la atracción física para lograr una química sexual que saque chispas. Si existe una cierta intimidad, los encuentros sexuales pueden ser mucho más placenteros.

 

No es necesario estar enamorado para disfrutar de una vida sexual satisfactoria, pero una larga lista de parejas sexuales no indica que tu vida sexual lo sea. Nos estamos objetivando. Hombres y mujeres. Y los objetos son inertes: no sienten placer. Somos consumidores de sexo e ingenuamente creemos que eso nos dará una vida sexual cargada de placer.

 

Es innegable la existencia de una conexión cuando te acuestas con alguien. No importa si es tu pareja de toda la vida o una persona que acabas de conocer. Por lo mismo, creemos que, por el simple hecho de tener sexo, nuestro deseo de placer se satisface. Hay reacciones naturales en el cuerpo y podemos excitarnos, pero esa sensación de placer que nos roba hasta al aire, no se logra tan fácilmente.

 

El cortejo, la seducción y la admiración pueden desatar un enorme deseo por el otro, y establecer un vínculo sano y real previo al sexo propicia que sea una relación significativa y será mucho más sencillo lograr una experiencia sexual pasional y que realmente provoque placer.

 

Un simple acostón lo puede vivir quien sea, una experiencia sexual placentera, no cualquiera.

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