Todas hemos tenido un mal amor...un amor que, aunque en un inicio nos colma de felicidad, conforme pasa el tiempo se vuelve cruel, asfixiante y absorbe cada gota de nuestra energía.
Para Judy Garland ese mal amor fue la fama y lo vemos retratado en Judy (2019), la biopic dirigida por Rupert Goold y protagonizada por Renée Zellwegger acerca de una de las más grandes leyendas en la historia del cine.
La cinta retoma a la actriz a finales del año de 1968, durante su época de mayor decadencia; cuando se encontraba en bancarrota, vetada de los estudios y a punto de perder la custodia de sus hijos.
Mediante una serie de flashbacks, Goold muestra cómo inició la tragedia de Judy: el Mago de Oz, esa cinta de 1939 que la llevaría al estrellato pero también a las drogas, la anorexia, la depresión y los trastornos del sueño.
Hay que decirlo, la película en sí misma tiene sus fallos: el más grande, el guion que salta de un tema a otro sin abordar uno en concreto:
De forma un tanto forzada y a las prisas nos enteramos de sus cuatro divorcios, el acoso que vivió en la MGM, sus adicciones, su papel como madre y como símbolo LGBT.
Sin embargo, todo se compensa con la actuación de Renée Zellwegger, tal vez porque ella misma estaba en decadencia hasta que llegó Judy a ponerla en el mapa otra vez.
Su actuación conmueve precisamente porque no intenta ser una copia exacta de Garland: no se ve igual, no canta igual, no se mueve igual y aun así es extraordinaria y devastadora.
Me quedo especialmente con el número final, lleno de empatía de un dolor que se siente propio, compartido, casi universal.
Porque todos nosotros, como Judy, hemos tenido uno (o varios) malos amores, pero incluso en medio del dolor nos queda la esperanza de encontrar algo mejor en algún lugar... más allá del arcoiris.
Judy se estrena en México este viernes 17 de enero en cines y aquí puedes ver el tráiler oficial.
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