Todas conocemos la historia de María Antonieta, la última esposa de la monarquía francesa, así como su violenta muerte en la guillotina, pero pocos conocen quién fue la mejor amiga de María Antonieta, cuya vida terminó de una forma también inhumana.
Si bien es cierto que la princesa archiduquesa de Austria tuvo dos favoritas durante su reinado, la verdad es que su mejor amiga fue solo una. Y es que pese a que la duquesa de Polignac, Yolande de Polastron, se ganó la preferencia de la reina por un tiempo, esto acabó cuando María Antonieta descubrió que la había traicionado y robado.
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Entonces, quién fue la mejor amiga de María Antonieta
La princesa de Lamballe, María Teresa Luisa de Saboya-Carignano, es la verdadera ganadora de este título, tanto por su incondicional cariño y su lealtad inquebrantable, como por el grado de confianza que ni la propia Polastron logró asegurar de la delfina de Francia.
Nacida el 8 de septiembre de 1749 en Turín, Italia, la aristócrata miembro de la Casa de Saboya fue hija de Luis Víctor, príncipe de Carignano y Cristina Enriqueta de Hesse-Rothenburg, ambos descendientes de la realeza europea.
Aunque al ver sus retratos es innegable su belleza, algunos miembros de la corte francesa criticaban su largo cuello, comparándolo con el de una jirafa, así como su postura encorvada, porque si algo reinaba era la misoginia (como la propia María Antonieta lo confirmó).
Como miembro de una familia de la nobleza, quien fue la mejor amiga de María Antonieta tuvo acceso a la mejor educación desde la infancia, siendo fluida en diversos idiomas y una asidua de la lectura que entre sus autores favoritos tenía a Maquiavelo, Dante y varios poetas italianos.
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Pese a que su amor por la literatura llegó al grado de invertir en su propia (y enorme) biblioteca privada, algunos hasta la fecha aseguran que “no tenía ingenio o inteligencia”, basándose exclusivamente en una descripción nada amigable de una integrante del Palacio de Versalles.
El efímero matrimonio de María Teresa Luisa de Saboya-Carignano Tal educación y su carácter tímido y reservado aseguraron su matrimonio con Luis Alejandro de Borbón, príncipe de Lamballe, a sugerencia del rey Luis XV de Francia. Con ello, el padre del aristócrata pretendía ponerle fin a las aventuras románticas de su hijo, quien incluso se rumoró era amigo del Marqués de Sade, pero su intento sería inútil.
Y es que aunque su familia aceptó la unión por su interés en consolidar una alianza entre la Casa de Savoy y la realeza francesa, celebrando el matrimonio el 31 de enero de 1767, cuando la ahora ya princesa de Lamballe tenía 17 años y su prometido 19, el Borbón le fue infiel con dos diferentes cantantes de ópera a meses de su casamiento.
Esto devastó a quién fue la mejor amiga de María Antonieta y tan solo un año después se convertiría en viuda cuando Luis Alejandro murió de una enfermedad de transmisión sexual. Esto acercó a la joven y su suegro creando una relación de padre e hija que la llevaría a mudarse con él a Rambouillet, —corte a la que este pertenecía—, después de disuadirla de convertirse en monja.
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Aunque, tras el fallecimiento de su esposo, María Teresa se convirtió en una mujer con suficiente privilegio económico para escoger a su siguiente pareja, ella se mantuvo fiel a la memoria de su esposo y en su lugar utilizó su tiempo y fortuna en proyectos caritativos al lado de su suegro. Tal actividad le ganó a él el título de “Rey de los pobres” y a ella el del “Ángel de Penthièvre”, consiguiendo una reputación contraria a la que su mejor amiga tuvo en su propio reinado.
Cómo se hicieron amigas María Antonieta y la princesa de Lamballe
Quien fue la mejor amiga de María Antonieta tenía un destacado papel en las ceremonias de carácter real, como parte de sus deberes nobiliarios y, como tal, ella fue partícipe de la boda de la noble austríaca con el futuro rey Luis XVI, el 16 de mayo de 1770.
A pesar de ser seis años mayor que ella, la princesa rápidamente se hizo amiga de la delfina y junto con su suegro, el duque de Penthièvre, comenzaron a asistir más seguido a la corte y a organizar grandes bailes para la nobleza europea.
En ese momento, María Teresa aún lloraba a su difunto marido y fue a partir de esa pena que la supla cimentó su amistad, como la propia princesa lo describió:
“Fue en medio de esta penumbra de agonía humana [...] que la brillante estrella resplandeció para dispersar las nubes, que se cernían sobre nuestras cabezas caídas [...] Fue en esta crisis que María Antonieta vino, como un mensajero enviado del cielo, para ofrecer gentilmente el bálsamo del consuelo en el lenguaje más dulce de la compasión humana [...] A partir de ese momento me volví muy apegada a la Reina de Francia ”.
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A cambio, la princesa le dio la máxima lealtad cuando María Antonieta más lo necesitaba, pues sus primeros años en Versalles estuvieron marcados por el desprecio de muchos cortesanos, quienes incluso la nombraron “l'Autrichienne'', que se traduce en “la p*rra austríaca”.
En constraste, la futura reina consorte de Francia describió a María Teresa como “la única mujer que conozco que nunca guarda rencor; no hay en ella ni odio ni celos " e incluso le dijo a su esposo que su amistad era “el encanto de (su) vida”.
Quien fue la mejor amiga de María Antonieta también ocupó uno de los mayores rangos en Versalles
Según narra B. C. Hardy en el libro “La princesa de Lamballe: una biografía”, la extrovertida personalidad de María Antonieta era todo lo contrario de la timida De Lamballe, pero disfrutaban de la estabilidad y constancia de su mutuo afecto.
Este creció con paseos en trineo durante el invierno en suntuosos atuendos y durante las fiestas de la corte en las que portaban sus mejores joyas. Sin embargo, mientras la antipatía del pueblo también crecía hacía María Antonieta por estos lujos, el cariño popular por la princesa de Lamballe seguía en aumento.
Así, la vida de ambas cambió para siempre cuando el rey Luis XV murió de viruela el 10 de mayo de 1774 y así como su primogénito ascendió al trono, María Antonieta se convirtió en la reina de Francia.
La princesa de Lamballe se encontraba ahora en un lugar de inmenso poder e influencia y esto no pasó desapercibido por el conde de Mercy y su propia madre, la emperatriz María Teresa, quienes temían que la princesa de Lamballe intentara beneficiarse de la reina.
Aunque no se sabe qué tan probable es que quién fue la mejor amiga de María Antonieta abusara de su influencia, lo cierto es que la reina le otorgó muchos beneficios a su familia, nombrando a sus hermanos altos rangos en la corte.
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Inclusive María Teresa y su suegro fueron los encargados de una importante misión diplomática en 1774, en Bretaña, Esta, buscaba ejecutar las nuevas reformas que pretendían salvar al país de la bancarrota, producto de los problemas económicos que comenzaron durante el reinado de Luis XIV y los nuevos monarcas heredaron.
Su misión fue un completo éxito y la princesa de Lamballes se ganó el cariño y la estima de los habitantes de la región. Por su parte, mientras la princesa estuvo fuera de la corte durante dos meses, María Antonieta mandó pintar el retrato de De Lamballe en su habitación de los espejos y, a su regreso, las dos incluso comenzaron a usar atuendos coordinados.
Sin embargo, en la corte, la historia de quien fue la mejor amiga de María Antonieta se convertiría en una muy diferente unos meses después, cuando la reina otorgó a de Lamballe el título de "Superintendente de la Casa de la Reina".
Este puesto era tan polémico que había estado vacante durante 30 años, ya que era un puesto muy bien remunerado e influyente. Ahora, con este honor otorgado a ella, la Princesa de Lamballe era la Dama de Espera de más alto rango en toda la corte.
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Ya no más la favorita
Muchos estaban descontentos con este nombramiento, ya que sentían que De Lamballe era demasiado frágil e inexperta para manejar tal responsabilidad. Una vez se dijo que se había desmayado de la conmoción cuando una dama de honor bostezó inesperada y ruidosamente cerca de ella.
En el mismo año de 1775, los problemas comenzaron para Francia con la Guerra de la Harina y por la escasez de cereales y aunque la caída de la dinastía Borbona aún estaba lejos, el descontento ya estaba presente entre los campesinos.
Ante esto, los asesores de la reina se quejaron de que a De Lamballe le pagaban demasiado por su puesto de superintendente. Argumentaban que ella ya era rica a través de su suegro y poseía muchas casas vacías en las que ni siquiera vivía, así como en el hecho de que quién fue la mejor amiga de María Antonieta, se ausentaba constantemente de la corte.
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De Lamballe se negó a renunciar a ningún privilegio ni a su salario de 50.000 coronas, acto que cambió la admiración del pueblo a odio genuino, siendo descrita como una codiciosa y manipuladora e incluso comenzaron a circular falsos rumores sobre una relación amorosa entre ambas.
De tal forma, María Teresa comenzó notar que las mareas se estaban volviendo contra la monarquía, por lo que advirtió a la reina que sus excesivos gastos eran vistos como algo especialmente desagradable durante los períodos de terrible hambruna y hambruna para la clase baja.
La reina se rió de los consejos de la princesa y bromeó con la duquesa de Polignac, su nueva preferida, sobre lo aburrida que era la princesa. El conde Mercy-Argenteau fue testigo de sus constantes desacuerdos y señaló:
“Peleas constantes, en las que la princesa siempre parecía estar equivocada [...] La princesa de Lamballe pierde mucho a favor. Creo que la Reina siempre la tratará bien, pero ya no posee toda su confianza".
Con estos enfrentamientos a los que se sumaba el desagrado de su nueva favorita por María Teresa y el natural cambio de intereses con el paso del tiempo, ambas se alejaron y quién fue la mejor amiga de María Antonieta tuvo a su propia dama de compañía favorita: la condesa Étiennette d'Amblimont.
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La despiadada muerte de María Teresa de Saboya
Pese a esto, su amistad nunca murió del todo, pues la monarca solía visitarla cuando necesitaba un poco de tranquilidad e incluso estuvieron presentes en los momentos más difíciles para cada una, como las muertes de sus seres queridos o durante el escándalo del collar de diamantes.
Así, aunque ya no de la misma forma, su cariño se mantuvo por su constancia a lo largo de más de dos década, sin importar la distancia, hasta que ambas serían condenadas a muerte por su país. Y es que con el país al borde de la bancarrota y la inanición, el descontento se había extendido entre la población dando paso a una insurrección que estallaría con el asalto a la prisión de la Bastilla en 1789.
Después de esto, en los Estados Generales de ese año se autoproclamó Asamblea Nacional, jurando no disolverse hasta dar una Constitución a Francia, algo a lo que el rey accedió, pero al observar lo obsoleto que se había vuelto, comenzó a conspirar para eliminar a los revolucionarios del poder.
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Así, el rey emprendió la Fuga de Varennes, pero fue detenido, llevado de vuelta a París y suspendido de sus funciones momentáneamente hasta que firmó la Constitución de 1791. No obstante, el monarca sería guillotinado el 21 de enero de 1793 al ser detenido seis meses antes por negarse a movilizar tropas contra Austria y Prusia.
Quien fue la mejor amiga de María Antonieta enfrentó así los años más difíciles de su relación con la reina en este período, fortaleciendo su vínculo a partir de ello y más aún cuando la duquesa de Polignac cayó de las gracias de la monarquía.
Aunque María Teresa no fue informada de los planes de fuga, a la mañana en que este ocurría, ella recibió una carta de su amiga en que le contaba sus intenciones de huir a Bruselas y le pedía la alcanzara.
Así, la princesa de Lamballe marchó en encuentro de su amiga, solo para enterarse de la captura de ella y su familia, por lo que a partir de entonces comenzó a preguntarse de qué forma podía ayudar a la reina y, aprovechando su experiencia diplomática viajó en busca de apoyo hasta que decidió regresar a París el 20 de octubre de ese mismo año, redactando previamente su testamento, consciente de que su vida correría peligro.
A su llegada en noviembre, retomó su puesto de superintendente al tiempo que buscó reunir a partidarios de la reina y siguió a su servicio hasta el 19 de agosto de 1992, cuando fue separada de la familia real y trasladada a la prisión de La Force.
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El 3 septiembre de ese año, quién fue la mejor amiga de María Antonieta enfrentó el interrogatorio característico de las Matanzas de Septiembre, pero cuando se le pidió “jurar amar la libertad y la igualdad y jurar odio al rey, a la reina y a la monarquía”, la princesa accedió a lo primero pero rechazó denunciar a los monarcas, pues "no estaba en (su) corazón".
Sus últimas palabras fueron:
"No tengo nada más que decir; me es indiferente morir un poco antes o después; he hecho el sacrificio de mi vida”.
Tras esto, María Teresa fue llevada al patio central de la prisión, donde un grupo de hombres la asesinó en cuestión de minutos de una forma brutal que suele diferir en algunos detalles según la versión de los hechos, pues llegó a presentar exageraciones para convertir su muerte en propaganda revolucionaria.
Lo que todas suelen acordar, sin excepción es que su cabeza fue exhibida en una pica por las calles hasta llegar a la ventana de María Antonieta. Ella nunca la vió, pues no estaba en la habitación, aunque la esposa de uno de los oficiales de prisión sí, tras lo cual gritó de una forma que muchos asumieron era de su antigua reina, quien murió más de un año después que su mejor amiga y de la misma forma que su esposo.
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