La vida de Araceli Ordaz no ha sido fácil, Gomita es el ejemplo perfecto de que el trabajo infantil tiene consecuencias irreparables.
Nacida en el Estado de México, Araceli creció en el seno de una familia trabajadora en la Vicente Villada, una colonia popular del municipio de Nezahualcóyotl. Su cariño por el medio del espectáculo comenzó desde que era apenas una niña, así como su amor por el arte clown.
Su talento la llevó a incursionar en la Televisión mexicana, donde vivió abusos y discriminación por parte de sus compañeras, Laura G y Cecilia Galliano, tal y como lo contó en una entrevista con Gustavo Adolfo Infante.
La exigencia del público y su sed por destacar en la pantalla chica la llevaron a tomar la decisión de modificar su cuerpo; comenzó operándose la nariz y siguió con implantes de glúteos, mismos que recientemente se retiro en un ejercicio de amor propio.
¿Te imaginas si me pongo más buena? Le dijo a su padre para convencerlo de dejarla someterse a distintos cambios estéticos; la promesa: una mayor proyección en el programa que conducía.
Gomita jamás ocultó sus cambios físicos, tampoco ha ocultado su origen, siempre que puede, reitera que su éxito es resultado de su trabajo y esfuerzo a lo largo de los años; esfuerzo que le permite una vida llena de lujos.
En sus redes sociales Gomita presume sus prendas de diseñador, sus bolsos Chanel, su colección de bags Louis Vuitton y sus viajes al continente europeo.
A pesar de este evidente éxito, Gomita siempre tiene que enfrentar un odio colectivo, centenas de personas que cuestionan su aspecto, su trabajo y sus mensajes positivos en redes sociales.
Recientemente Gomita compartió en su cuenta de Instagram una publicación donde escribió:
“Solo aprendes a poner límites y nadie puede hacerte daño, la soledad es la mejor compañera, aprende a quererla por que ella siempre te acompaña”.
Entre los comentarios, alguien le contestó: “Puedes aprender más pero para eso hay que acabar la universidad y salir de Neza” (como si la ubicación geográfica tuviera alguna injerencia en el desarrollo intelectual).
Hace años que Araceli está fuera de la televisión, actualmente trabaja dando funciones en circos a lado de sus hermanos, también tiene su propio canal de Youtube y sus ganacias proviene de sus redes sociales o de funciones de teatro. Aún así pareciera que jamás es suficiente para sus seguidores.
Quizá lo que más les moleste a sus detractores no sea su falta de preparación académica, sino que, pese a ser originaría de una colonia popular, ella tiene acceso a los lujos y privilegios que se le adjudican a las élites.
Ese fue también su principal problema con el resto de sus compañeras de la pantalla, la discriminación de las estrellas que poco soportaban el amor que el público le tenía a esa niña de Neza que se vestía de payasita y que en poco tiempo se convirtió en la conductora favorita del semanario que por años protagonizó.
Estos sentimientos y rechazo tiene un nombre, se llama: clasismo y no solo Araceli forma parte de los millones de mexicanos que sufren de él. Dejemos de promover este tipo de comentarios, señalarlos e intentar corregirlos es la mejor vía para erradicarlos.
Ni la educación, ni el dinero y menos en lugar de nacimiento determinan el valor y la calidad humana de las personas.
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