Una de las grandes mentiras que nos han contado es que la familia es ese grupo de personas con quien una siempre es feliz.
Y esa mentira es la que nos convence de hacer un montón de cosas que en realidad no queremos.
Por ejemplo, prestar dinero que tal vez no veremos de vuelta; pasar por alto malos comentarios; ir a la iglesia; soportar desesperantes conversaciones de política que no van a ningún lado; dejarlo todo por ayudarlos.
Estoy segura de que hay familias casi perfectas y felices. Qué suerte.
La mía no y entenderlo me ayudó a quererlos, pero también a no quererlos sin culpas.
Con el tiempo he entendido que, aunque sí, somos parientes, somos individuos.
Mis hermanos, mis papás y yo, cada uno, somos personas que increíblemente crecimos bajo el mismo techo y con las mismas reglas, pero en algún punto nos hicimos de intereses, contextos, ideales y personalidades diferentes.
Por eso hay días que no los soporto.
Y por eso también entendí que no los voy a cambiar.
Mi mamá siempre encontrará la manera de recordarme lo gorda que estoy; mi hermano tratará de aprovecharse de mí; y mi hermana... el pedestal en el que me puso mi hermana es abrumador.
Hace tiempo preferí lidiar con los reclamos por no vernos tanto, que con las peleas por vernos demasiado.
No sé si deba dar consejos, pero al menos creo que puedo contarles de mi método:
Aléjate de tu familia lo suficiente como para que tú seas feliz, pero no tanto como para que a ellos les duela.
No se trata de herir a nadie; se trata de que tú estés bien, de ceder a veces y sobre todo de reconocer el lugar que tienen en tu vida.
Es complicado encontrar el equilibrio, pero si hay amor, en algún punto sabrás dónde acomodarlos, entenderás que hay que poner límites, distancia de por medio y recordar que ya eres adulta y te puedes ir.
Si no hay amor (porque puede pasar), entonces vete. Ni tu familia, ni tu pareja, ni tus amigos, aunque ese sea su título, deben seguir en tu vida cuando te hacen mal.
Para mí, la familia es no ese grupo de personas con quien una siempre es feliz, es con quien una se siente en suficiente confianza como para no aparentar que siempre es feliz.
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