Hace algunos años (muchos, para ser exactas) viví unos meses en Argentina donde conocí a un españolito con el que viví un romance idílico que me duró 3 días y 10 años.
Lo conocí, me enamoré, nos amamos, nos prometimos una vida entera juntos, y me rompió el corazón, todo en 3 días.
El problema fue que cuando los 2 estuvimos de regreso en nuestros países empezamos una relación platónica a larga distancia. Durante 10 años nos enviamos mensajes y fotos haciendo crecer la idea que teníamos del otro hasta convertirnos en una fantasía de proporciones casi mágicas.
Si existiera el español que mi cabeza creó estaría parado junto a un unicornio, así de grave. Tuve 3,650 días para llenarlo de cualidades que no tuve oportunidad de descubrir si tenía, pero que en mi cabeza, después de cada tropiezo en la vida real, se convertían en adjetivos que tenían que ser parte de su persona.
Esa es la magia de las fantasías… Pero también el problema de idealizar algo que no conocemos.
Por fin, 10 años después de haber empezado esta historia, teníamos frente a nosotros la oportunidad de llenar los huecos. Antes de subirme al avión, mi adorada roomie me dijo: “De todo corazón, espero que no lo veas.”
En ese momento fue como si me hubiera pateado el estómago, pero en cuanto llegué a Madrid supe que su comentario era, en realidad, el mejor deseo que podía haberme hecho.
10 años después volvimos a vernos, y esta historia hubiera tenido todo para convertirse en guión de comedia romántica, si la realidad no hubiera aplastado todas y cada una de mis fantasías.
¡Pero no podía ser de otra manera! El hombre que construí en mi cabeza obviamente no existe… ¡No existe para nada! Ni yo soy la persona que él idealizó ni él es el hombre de mi vida, y para la tercera copa de vino los 2 lo teníamos clarísimo.
A mí me tomó 10 años llegar a la conclusión de que ojalá no lo hubiera vuelto a ver para conservar la ilusión de que en algún piso de Madrid vivía el hombre perfecto. Pero esta idealización me la he encontrado repetida en varias historias con diferentes situaciones, pero mismos resultados.
A una de mis mejores amigas la persiguió su ex unos 4 años, años en los que ella decía “no, mejor seamos amigos, no me gustas tanto”. Fueron muy buenos amigos, pero él no quitó el dedo del renglón hasta que en algún giro de tuerca mi amiga dijo OK, vamos a intentarlo.
¿El resultado? Duraron 3 meses. Esto era totalmente previsible (en la mayoría de los casos). Durante el tiempo que fueron amigos él mostró su mejor cara, la que generalmente usamos con la gente con la que queremos quedar bien, porque él quería conquistarla. Ese mismo tiempo él lo empleó para construirse una imagen errónea de la parte de ella que le estaba vetada, es decir, tomó lo que conocía de ella como amigo y rellenó el resto con su fantasía.
Fue la receta perfecta para el fracaso.
Ella jamás iba a llenar las expectativas que él tenía ni él iba a ser siempre el chico amable, dispuesto a dejarlo todo para correr en cuanto ella llamara, porque una vez que él sintió que podía relajar esta faceta de hombre perfecto, dejó salir su verdadera personalidad (como cualquiera haría) y ella sintió que eso no era lo que le habían ofrecido los últimos 4 años.
Aunque las historias de amores platónicos que se hacen realidad pudieran haber sido increíbles de vivir en la Universidad, después de cierta edad lo mejor que podría pasarnos es que nunca se nos haga con ese amor platónico porque jamás va a cumplir nuestras expectativas.
No es lo mismo conocer a alguien e irse enamorando poco a poco (o de trancazo) pero los 2 al mismo ritmo, que tú llevar la delantera y haberle atribuido cualidades de unicornio. O que él lleve años detrás de tus huesitos y se haya formado una idea de ti que no es real a la hora de estar en pareja.
Así que antes de darle una oportunidad a ese amiguito que siempre ha querido contigo o de invitar a salir a ese chico que se ha colado en tus fantasías nocturnas, asegúrate de no tenerlo idealizado y de estar dispuesta a realmente conocer a esa persona, desde cero, no desde tu imaginación ni desde tu expectativa, porque entonces lo más probable es que la historia no funcione (y en el peor de los casos termines perdiendo a un buen amigo).
Antes de tomar la decisión los 2 deben tener claro que deben conocerse nuevamente, como si no hubiera una historia de por medio, y aprender a quererse desde esta nueva perspectiva.
Si a mí hubieran contado el final de mi historia antes de subirme al avión, probablemente hubiera preferido no verlo. Ya habiéndolo hecho no me arrepiento porque por lo menos me sirvió para esta reflexión, pero me hubiera gustado seguir teniendo la fantasía en mi cabeza de ese españolito perfecto que seguía, de alguna manera, pensando en mí.
Así que, de todo corazón, ojalá ese amor platónico nunca se haga realidad. A menos que sean capaces de quitarle el disfraz al unicornio y aceptarlo como el caballito simpático que en realidad es.
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