El arte de ligar


Oh sí, recuerdo muy bien, uno de los mejores ligues de mi vida sucedió en Pamplona, España durante unas fiestas de San Fermín hace ya algunos ayeres.

 

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Iba con un grupo de querid@s amig@s y entramos a una de las tantas fiestas que se organizan en las casas del centro. Cada uno se abasteció de su respectiva bebida y comenzamos a papalotear. De repente alguien me quito el vaso que traía en la mano, se lo dio a una amiga, me dio la vuelta y comenzó a bailar conmigo.

 

Así, como lo oyes, no me preguntó: Oye ¿quieres bailar? De frente me encontré a un español muy guapo, pero ¿sabes qué? Estuviera como estuviera, igual hubiera bailado feliz con él, porque esa contundencia y decisión me encantaron, era una nueva versión de Yo Tarzán, Tu Jane.

 

Lamentablemente mis amig@s y yo estábamos de paso por el lugar así que literalmente me arrebataron de sus brazos y dieron por terminada la que pudo haber sido la mejor historia de amor después de Romeo y Julieta, pero bueno, no nos distraigamos, volvamos al español. ¿Qué pasaría si sucediera algo similar ahorita? Pues seguramente le vaciaría mi gas lacrimógeno en la cara, porque ¿cómo va a saber uno sus intenciones, no?

 

Y ese es justo el problema, que cuando creces el arte de ligar se convierte en el me-arte de ligar. Todo se vuelve más complicado hay más miedos e inseguridades. ¿Recuerdas cuando éramos unas polluelas e íbamos a las fiestas esperando que algún mocoso nos sacará a bailar? y comenzaba este bonito diálogo: ¿bailas? ¿Cómo te llamas? ¿Estudias o trabajas? (breviario cultural: tengo la duda de cómo le hacen ahora cuándo preguntan eso y les dicen: ni lo uno ni lo otro, soy Ni-Ni… ya, basta, hoy ando muy dispersa, vuelvo al foco).

 

Yo al menos soy una sospechosista consumada y encima tengo el síndrome de la persecución, entonces si alguien en algún bar o restaurante me envía una copa inmediatamente comienzo a preguntar: ¿por qué me la mando? ¿le puso yumbina? ¿Qué se está creyendo, qué soy una borracha? ¡Qué lleve tres tequilas no significa nada!

 

Si alguien me voltea a ver con ojos pisperetos ¡entró en pánico! Porque tengo el defecto de no acordarme ni de los rostros ni de los nombres de las personas, entonces no sé si está coqueteando conmigo o es alguien que debería conocer y esa confusión hace trizas conmigo, me quedo en blanco, no me muevo, clavo la vista a otro lugar y empiezo a repasar los cientos de lugares de dónde pude haber conocido al susodicho. ¿Qué opina el pobre sujeto que hizo todo el esfuerzo en buscarme la cara? ¡que soy una odiosa, sangrona, qué se cree hecha a mano! Y bueno, sí soy odiosa y estoy hecha a mano pero no soy (tan) engreída. No es personal, aquí aplica el: no eres tú soy yo.

 

¿Sabes cuál es otro problema? Que muchos hombres se quedaron con la imagen de Sex and the City (deberíamos demandar a la serie) y piensan que las amigas van de bar en bar luciendo ropa imposible de última moda con el único objetivo de buscarse a un gordito que llevarse a la cama y eso dista mucho de ser verdad, al menos en ciertas generaciones como la mía. Estoy cierta que el estudias o trabajas (aunque ahora sería algo así como tienes Facebook o Twitter) vuelve a ser un must de algún monicosi que pretende ligar, pero claro con objetivos distintos. Antes era para iniciar una conversación, hoy es para asegurarte que no vas a aparecer descuartizada al día siguiente en un canal de aguas negras.

 

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