Vicente Fernández como buen guadalupano y creyente de la virgen que era falleció a los 81 años, hoy 12 de diciembre de 2021. El cantante tendrá homenajes en todos los rincones del país en donde el luto ya es acompañado con sus borracheras y canciones.
Pero antes de que Vicente Fernández se convirtiera en lo que fue: una leyenda, en ‘El Rey de la Canción Ranchera’, el cantante pasó por un vía crucis que le costó lágrimas de sangre.
Su amor por la música empezó desde muy pequeñito, cuando tenía apenas 6 añitos, cantaba y cantaba como una golondrina. Ni su madre, ni su padre, ni nadie podían hacerlo callar. A los 8 años, su papá con mucho esfuerzo le regaló una guitarra y la inquietud de Vicente por la música se convirtió en su pasión.
A los 15 años Vicente Fernández se tomó en serio su vocación: quería ser cantante y no otra cosa. Estudió música en Tijuana y empezó a participar en concursos de canto en la radio pública, de aquel lugar.
Los locutores se reían de él, la gente constantemente le decía que no tenía talento e incluso en un concurso de talento le tocaron la campana en señal desaprobación.
“Cuando empecé a cantar, alguien me hizo reír con un chiste, ¡y me tocaron la campana! Eso fue para mí una gran frustración, me fui al suelo y me sentí deshecho. Me puse tan mal que salí de allí y me puse hasta el gorro. Fue la primera borrachera de mi vida. Pensaba en mi madre, quien me había enseñado ‘No vuelvo a amar’, ‘Corazón de lodo’ y ‘Nobleza’, entre otras canciones. Y me decía a mí mismo: ‘¡Le fallé, le falle!’, y se me salían las lágrimas. Fue entonces que me metí entre ceja y ceja la meta de ser artista. Me lo juré a mí mismo y pensé que triunfaría para regalarle un palacio a mi madre y un rancho con muchas vacas a mi padre, tenía que hacer sacrificios”.
Vicente Fernández siempre fue un buen hijo y para alcanzar sus sueños tuvo que aguantar hambre, humillaciones y hasta dormir en la calle.
A los 21 años Vicente regresó a su natal Jalisco, ahí se empleó de intendente pero la necesidad en su casa lo hizo buscar ingresos extras como mesero. Las propinas eran buenas, pero lo que más le gustaba era decirle a la gente si podía cantarles algo, porque su cantó ahí gustaba.
Ganaba 800 pesos mensuales, pero la gente ya empezaba a reconocerlo por su voz. En 1960, a sugerencia de unos amigos, se presentó con éxito en un programa de televisión llamado La Calandria Musical, transmitido en Guadalajara, Jalisco.Un año después ganó un concurso de canto y se convirtió en uno de los artistas favoritos del estado por su potente voz.
La gente de dinero lo empezó a buscar para que diera serenatas y él con gusto aceptaba, porque todo esto era para él, significaba dinero extra.
Poco después Vicente Fernández viajó a la Ciudad de México para probar suerte acá y aunque económicamente le fue mejor, también tuvo muchos desaires.
“Al principio de mi carrera sufrí tantas humillaciones que, de hecho, hasta me rajé cuando Cuca y yo esperábamos a Vicente. Incluso me regresé a Jalisco, pues se me cerraron las puertas, con todo y que Felipe Arriaga dio la cara por mí ante doña Chuy (la encargada de El amanecer tapatío), herida porque no acepté sus propuestas indecorosas. También mi papá me pidió regresar pues, ya él de vuelta en Tijuana, tenía como 60 vacas, que compró con unos centavos que le envié antes de casarme. Empecé a trabajar con él y me decía que tomara dinero para mantener a mi mujer y comprarle ropa, pero yo quería un sueldo”.
Pero Vicente Fernández no se rindió jamás, volvió a la Ciudad de México y pese a que su papa nuevamente quebró, se encargo de toda su familia: esposa, mamá, hermanas y un chamaco que venía en camino.
En la Ciudad de México empezó a cantar si parar, sin micrófono, entonando hasta 60 canciones al día. La potencia de su voz finalmente se ganó el respeto que buscaba y la XEX empezó a transmitir sus canciones en la radio. Era el nuevo gran artista de México.
“Me anunciaba Enrique El Perro Bermúdez papá a través de la XEX, cuya señal llegaba hasta Guadalajara, y mi mamá y mi vieja me escuchaban en la radio. Ahí mis ilusiones crecieron porque conocí a gente importante que entonces apoyaba a Javier Solís, la figura del momento”.
Fua sí como poco a poco Vicente Fernández dejó la mesereada, las serenatas a domicilio y para los comensales por discos de oro, los reflectores, las películas, las firmas de autografos, las propiedades y un rancho enorme como el que les prometió a sus padres.
Sin embargo, la vida no le dio la satisfacción de sacar de la pobreza a sus padres, pues cuando el éxito llegó, ambos ya habían muerto, cosa que siempre le dolió a 'Chente'
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