4 objetos sumamente ridículos que guardamos de nuestras relaciones pasadas


Una de las ventajas de terminar con alguien es que, en un futuro, tendrás una buena historia de la que podrás reír. Si eres de las que conservó hasta el boleto del cine la noche en que se conocieron, te consolará conocer estas historias. Este es un compilado de esas reliquias de lo grotesco, que en su momento estaban cargadas de simbolismo, y ahora sólo son parte de nuestros divertidos aprendizajes de vida.

 

 

La foto que mi madre cree que es arte

Tenía un novio que se decía fotógrafo; yo, bajo los efectos del amor, lo impulsé hasta el cansancio. Lo que gané, por mi merito como terapeuta y manager de sus “obras de arte”, fue una decena de fotografías. Una de ellas era una toma abstracta de nuestros glúteos, algo que hasta la fecha sigo sin entender.  Mi madre, conocedora del arte, pero no de nuestra historia, decidió conservarla enmarcada sobre un muro de la sala. Ahora comemos en presencia de sus “nalgas”, como cada domingo.

Ángela, 26 años

 

 

La sudadera que nunca lavé

EN aquel entonces se acostumbraba utilizar sudaderas sin mangas, un tipo chaleco, pero de algodón. También se acostumbraba tener novios con un look similar, así que todas las amigas de la preparatoria llegábamos el lunes con una sudadera, símbolo de nuestro nuevo lazo sentimental. El fin de semana que Oscar me regaló su sudadera, al atesoré y la olí (que aso) para recordar su desodorante por el resto de mi vida (reafirmo el asco).  Para nuestra sorpresa, un lunes llegamos todas con la misma prenda de la que te hablé. No sé si salíamos con el mismo chico, o había una oferta de temporada. En realidad no nos importó, Tanía, Rocío y yo terminamos con nuestros novios en la misma semana y hasta la fecha las tres conservamos esta sudadera como símbolo de una amistad que nunca terminó.


Claudia, 27 años
 

 

Una venda

Mi novio de la preparatoria era apasionado del basquetbol. En una ocasión se lastimó mientras jugaba en la cancha de un parque, yo estaba presente y recuerdo que cuando lo vi caer al piso sentí que se me quebraba el brazo. Me da vergüenza contarlo, pero lo que siguió fue un acto, no de amor, sino de imprudencia. Lo llevamos a urgencias, pues tenía rota la clavícula. Una vez que salió del hospital, lo sorprendí con una venda que cubría mi hombro, todo hacía parte de un espectáculo de solidaridad. Hasta la fecha conservo esa venda sudada para recordarme que, a pesar de ser ridícula, soy original.

Alejandra, 30 años

 

 

Una cola de caballo

Tuve un novio a los 18 años, la edad en al que los hombres mexicanos comienzan a sentirse presionados por la cartilla. Chin, le tocó cortarse el pelo para unas fotos. ¿Ya dije que tenía una melena larguísima de metalero? Pues su pelo, y su pasión por ese género musical, se acabó con la llegada de su responsabilidad civil. Yo, como toda una apasionada, guardé un pedazo enorme de cabellera, con la que ahora podría hacer un disfraz de vikinga.

Julia, 23 años

 

¿Cuáles son esos objetos “producto del amor” que aún conservas y te da vergüenza confesar?

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