Luis Miguel no es de nuestra generación. No el Luis Miguel que enamoraba, el que sonaba en el clímax de la fiesta, el que vendía discos.
Nuestro Luis Miguel es el eterno novio de las tías (que le dicen “Luismirrey”); el que ponen al inicio del final de la peda; el del playlist de carretera en Spotify.
Aún así es una leyenda, y con su nueva serie en Netflix y su gira de conciertos nos está recordando por qué lo es.
A las 21:15, casi una hora después de lo que marcaba el boleto, Luis Miguel apareció este martes en el escenario, en uno de sus últimos conciertos en el Auditorio Nacional.
Todos lo recibimos eufóricos: tías de todas las edades, pubertos mirreyes, viejitas, chavorrucos, todos.
Abrió con “Si te vas” y siguieron otras clásicas como “Amor, amor, amor”, “Te necesito”, “Hasta que me olvides”, y un popurrí de sus mejores baladas noventeras.
Domina el escenario como alguien que hace lo mismo desde los 11, pero que acepta y resiente sus 48.
Baila como tendría que hacerlo un Luis Miguel de casi 50: lo suficiente para prender a las señoras y conmover —que no apenar— a las más jovenes.
Del pop siguieron dos o tres boleros acompañados de piano. Luego vino el mariachi.
Con razón el show inicia “fácil”. Luis Miguel lo da todo en el mariachi.
Las proyecciones de la bandera y los monumentos nacionales, la música del Mariachi Vargas de Tecatitlán y la voz de “El Sol” ponen chinita la piel. Dan ganas de organizar una nueva Independencia de México o algo.
Dicen que llegó un punto en que el escenario era para Luismi, lo que para uno la oficina en lunes: llegaba como de malas a hacer lo mejor sabía, esperando que todo terminara lo antes posible.
Ya no. Luismi nos habló, nos miró, nos sonrió. Nos reconquistó, pues.
La noche, como toda buena peda, terminó con las clásicas: "Palabra de Honor", "La Incondicional", "Directo al Corazón", "Suave", "Decídete" e "Isabel". Obvio el punto máximo del cierre fue con el tema de su bioserie en Netflix, "Cuando calienta el Sol".
En mi imaginación saldría Diego Boneta en cualquier momento a cantar con él. No pasó, pero habría sido lindo.
En vez de eso dio las gracias, nos regaló flores y nos deseó buenas noches. Awn. Creo que me enamoré de un señor de 48 años que se llama Luis Miguel.
Ni modo, tuvo que irse, y lo hizo sin debernos nada.
*Imágenes: Cora Bravo y Ocesa
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