Tal vez no debería escribir sobre amor, seguramente un imbécil que me doble la edad me diría: “tú, qué sabes de amor si apenas pasas los 30 años”, la realidad es que nadie sabe de amor, todos lo vivimos distinto, lo único que sé es que es para los valientes.
Porque siempre que se acerca el inminente final de una relación sentimos que se nos fue la vida, que todo ese tiempo que pasamos junto a alguien fue un desperdicio y que no hay nada ni nadie en el universo que pueda completar ese vacio que nos dejó aquella perfecta relación.
Nos aferramos a lo infinito, a la idea absurda de pensar que todo es eterno, incluso los sentimientos, de todo queremos garantía, sobretodo de ese sentimiento insoportable que creemos nos duele en el músculo que tenemos en el pecho, pero en realidad nos pesa en el cerebro porque nos pesa en los recuerdos, en los olores, en las fotografías que pensamos juntos.
Hace unos 6 años decidí terminar con 'el amor de mi vida', qué -¿por qué lo llamé así?- sinceramente ni yo sé. La idea de tener un solo amor de la vida me voló la cabeza, pensé durante años que el amor de la vida era el santo grial de la felicidad, ahora sé que depende de lo que llames amor y de lo que llames vida puedes saber a quien pones en ese pedestal.
Mientras estuve perdidamente enamorada del amor de mi vida, jamás se me ocurrió pensar cómo sería mi vida sin él, cómo sería el día que todo se terminara y cuando todo se acabó esos miedos se hicieron realidad.
Son innumerables las veces que me pregunté por qué le regalé todas mis canciones a esa persona con la que pensé amanecer todos los días, todavía me reprocho haberle cantado mi poema favorito de Cortázar, hubiese querido dárselo a alguien que sí me amara, pero resulta que no lo puedo cambiar, nadie me va devolver las palabras, porque el pasado no existe. Existió.
Cuando terminé ese noviazgo de más de 10 años todos me decían que debía salir y encontrar a alguien más, a una persona que sí me quisiera.
Pero yo me enfrasqué en la idea de que con el final de esa relación había perdido al amor de mi vida; ese fue mi problema, creer que el amor de mi vida era alguien más y no yo.
Con el tiempo le perdí el miedo a relacionarme con otras personas, ese tiempo que no había tenido conmigo misma me enseñó a conocerme, a quererme, pero sobre todo a respetarme.
Aprendí que el amor es un riesgo sin garantía, que en el amor uno es inerme, no hay escudo y no culpo a aquellos que se alejan por miedo, como los perros el miedo también muerde, por eso nos alejamos cuando se pasa por uno muy bravo.
No cambíe al amor de mi vida por otro amor, solo asumí que ese rebuscado e inexplicable título es una idea rómantica ambigua y limitante, porque cuando aprendes a amarte en lo individual por su puesto que cambias al amor de tu vida, no por otro amor pero sí por otra vida, una donde la protagonista eres tú.
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