¿Por qué nos duele tanto ser feministas?


 

La semana pasada toda la atención nacional estaba puesta en el machismo de Samuel García, un político que en más de una ocasión ha demostrado la poca importancia que para él, su partido y para la sociedad en sí tienen los temas de género.

Lo más preocupante fue que la mayoría de las personas no creyeron que lo que dijo se trate de una forma de violencia, es decir, para los hombres y muchas mujeres mexicanas, que Samuel considere a su esposa como propiedad privada es algo normal. Un derecho que tiene bajo el contrato matrimonial que le permite minimizar a la mujer como un accesorio.

Tristemente su esposa, Mariana Rodríguez, ha reiterado su poca empatía con el feminismo, incluso asegura que, si alguien la ha hecho sufrir, esa ha sido otra mujer, no un hombre, por eso se considera 'no muy feminista'.

Pero Mariana no es la única que se considera poco feminista o que repele el movimiento. El feminismo considerado por muchos una especie de monstruo que se lleva cualquier rasgo de delicadeza en una mujer, delicadeza apropiada a nuestro género, así como ese conjunto de estereotipos y cualidades ridículas que nos atribuye el sistema patriarcal.

Las 'buenas mujeres', esas que no se reconocen feministas, sin duda tienen el abrigo de la aprobación masculina, aprobación que no las libera de la violencia de género, pero que les permite caminar en medio de un sistema que las prefiere invisibles.

Pero quizá hay algo que no hemos comprendido de las detractoras del feminismo y es: que darse cuenta que toda esa violencia sistemática que se ejerce sobre nosotras duele y duele aún mas reconocer que no solo hemos sido víctimas, también hemos sido victimarias.

Es terrible ver que el hombre que amas es tu agresor, que tu tío, primo, amigo, hermano o padre con quien compartiste la infancia también puede ser tu violador.

Duele saber que tus ventajas educativas y laborales se ven mermadas por el simple hecho de nacer mujer.  

Claro que duele renunciar al mito del amor romántico y a toda esa violencia social, cultural, física y estructural que se esconde detrás del rol de mujer; también duele renunciar al discurso de las comedias románticas y a la ilusión que se nos hizo creer que es la maternidad.

Son incontables todas las formas de violencia que se han ejercido sobre las mujeres a lo largo de los años e innegable cómo la diferencia sexual ha significado desigualdad en perjuicio de nosotras.

El feminismo duele, porque entre más se aprende y se profundiza, mayor es el impacto que causa el conocer que la masculinidad asociada al poder nos impidió alcanzar la individualidad en la sociedad y nos convirtió en el arquetipo que ellos reconocen como mujer.

El sistema patriarcal nos ha quitado tanto, que nos hace creer que nuestra identidad se compone del conjunto de virtudes que éste nos atribuye.

No existen las mujeres poco feministas, solo existen las mujeres que viven bajo la normalización de la violencia de género y es nuestra responsabilidad visibilizar todas sus formas, para que las mujeres 'poco feministas' pronto sean quieran ser del todo feministas. 

 

 

 

 

 

 

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