Casi todos sabemos querer, pero pocos nos sabemos amar


 

Hace unas semanas escribí sobre la necesidad que tenemos en creer en el amor eterno y el mito de la pareja perfecta, algo que causó tremenda controversia en quienes se permitieron leer este artículo.

Sin más preámbulo, las reacciones me hicieron pensar en lo mal que durante años hemos entendido el amor o más bien lo mal que nos lo han explicado.

Amar no es sufrir, quizá sea de las pocas letras con las que no estoy de acuerdo con el príncipe de la canción. No hay que amar ni dar la vida por otro que no sea nosotros mismos.

En los últimos años el amor propio está en la agenda de todos los mensajes publicitarios. Campañas, revistas y producciones audiovisuales se han dedicado a difundir un mensaje de aceptación que tiene que ver mucho con el físico, pero poco con la individualidad, la inclusión y la tolerancia a otras formas de amor.

Durante años crecimos con la idea que aquel que ama incondicionalmente al otro de una manera desinteresada lo merece todo. Lo idealizamos para luego convertirlo en un modelo a seguir.

Pero el amor por otra persona no tendría que basarse en renunciar al amor propio, a la individualidad y mucho menos debería ser incondicional, sino todo lo contrario, el amor debería ser un intercambio justo, donde el sacrificio por el otro no tenga casa.

Si el amor fuera justo, Ariel, la sirenita, no habría tenido que renunciar a su voz para estar a lado del príncipe Eric, algo que puede sonar a un ejemplo burdo, pero que esconde una realidad: nos educaron para complacer y sacrificar todo por ‘amor’.

Desde Anna Karenina, hasta Jack en Titanic, nos acostumbramos a la idea de que uno por amor hace lo que sea, que es el sentimiento que mueve al mundo y que entre más grande es el esfuerzo por mantenerlo vivo, más grande el reconocimiento al ser amoroso que está dispuesto a dar la vida por el otro.

Pero entonces…¿dónde queda el amor propio? ¿Está solamente en aceptar nuestros defectos o está presente en los pequeños proyectos de amor hacia uno mismo?

Amarse es un acto tan revolucionario que pocos lo logran. Significa comenzar una travesía donde lo más importante sea la construcción propia; y eso es quizás un acto que la sociedad calificará como egoísta, porque implica liberarnos de todo aquello que nos han enseñado, que hemos visto y hasta nos hemos creído.

Si basamos la idea del amor en qué tanto estamos dispuestos dar por el otro jamás encontraremos el camino que nos lleve a amarnos a nosotros mismos.

Nunca deberíamos dejar nuestro propio cuidado para esmerarnos en el de los otros, así antes de pensar en querer comencemos por aprendernos a amar.

via ActitudFem - Una comunidad versátil, para la mujer contemporánea https://ift.tt/2Z52gKZ
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