Querida mamá, esta carta la quiero empezar porque aunque tu salud ya no te permite levantarte de la cama, incluso hay días en que no escucho ni una sola palabra salir de tus boca, quiero honrarte en vida.
Te veo aferrada, luchando por seguir presente, y no quiero dejar pasar más el tiempo. Escribo esta carta pensando en que cuando te la lea todavía alcanzarás a escuchar mis palabras.
Primeramente quiero decirte que no me pesa cuidarte. Ni a mí ni a mis hermanos. Es uno de los mayores honores en la vida cuidar de aquellos que cuidaron de nosotros cuando éramos pequeños, cuando éramos desvalidos y no conocíamos la vida.
Quiero que sepas, mamá, que no pasa un solo día en que agradezca tenerte cerca de mí, poderme hacer cargo de tu salud en estos momentos en que tu cuerpo está presente, pero tu mente divaga.
Cuando llegas a abrir los ojos y me ves, sé que me reconoces, que te das cuenta de que estás en tu casa, en tu cama, pero no te puedes valer por ti misma.
Ver en tus ojos la angustia de querer decir aunque sea una palabra sin poder lograrlo ha hecho que reflexione sobre todas las cosas que no te he podido expresar, y quiera decirte lo mucho que me honra poder hacerte aunque sea un poco feliz en estos momentos tan duros de tu vida.
Mamá, gracias por haberme enseñado cómo es el mundo, gracias por haberme enseñado a comer, a ir al baño, a vestirme y peinarme.
Gracias por haberme enseñado a ser educada, a dar las gracias, a terminarme la comida de mi plato, a reconocer el esfuerzo de los demás, a voltear a ver al desvalido para ayudarlo.
Gracias por haberme hecho una gran mujer, inteligente, decidida, justa y honesta. Gracias por haberme enseñado con el ejemplo cómo conducirme por los intrincados caminos de la vida.
Gracias por todos tus consejos de maternidad y crianza, pero sobre todo por haber sido una excelente abuela el tiempo que pudiste estar con tus nietos.
Por todas esas cosas que no tienen precio ni valor es que estoy a tu lado, pendiente de tu salud y de tus necesidades.
Aunque trabajo y tengo mi propio hogar, no me pesa venir a bañarte en la cama, a cambiarte tu pañal, tu ropa y a preparar tu comida favorita que te saca una leve sonrisa del rostro.
Me duele verte sufrir por los dolores de tu cuerpo y por las tormentas de tu mente.
Aunque hablo por mí misma, sé que mis hermanos te procuran, cada uno a su manera. Ésta es mi manera: el día a día, las tareas ordinarias, ésas que no brillan, pero que si no se hacen se notan.
Quiero que estés tranquila y que sepas que lo hago con todo el amor de hija agradecida por todo lo que me enseñaste. No, no me pesa cuidarte, es un honor cuidarte a ti, mamá.
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Crédito fotos: iStock
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