Fue en 2012 cuando Fernandito, de cinco años, perdió completamente la vista, luego de que su madre le sacara los ojos para evitar “el fin del mundo”.
En Nezahualcóyotl, Estado de México, la familia del menor rezaba porque creían que ese año sería el fin del mundo. Incluso, los vecinos señalaron que “por días se escuchaba música religiosa y voces extrañas”.
El 24 de mayo de ese mismo año, la música y los rezos se intensificaron, pero eso no fue todo, los vecinos escucharon el grito desgarrador de un niño.
Inmediatamente, varios salieron de su casa para ver de dónde provenían los gritos y vieron a un joven salir corriendo de ese lugar gritando: "¡Ayuda, lo están matando!".
Los vecinos intentaron calmarlo y sin pensarlo dos veces, llamaron a una patrulla. Al llegar, los oficiales escucharon los gritos que no cesaban e intentaron ingresar al domicilio, pero la puerta estaba cerrada, así que procedieron a forzarla.
Después de varios intentos, lograron entrar y, ¡vaya sorpresa que se llevaron!, pues la escena de la que fueron testigos era realmente espeluznante: una señora abrazaba a un niño pequeño, que estaba envuelto en un charco de sangre. Al acercarse para ver lo que estaba pasando, se percataron de que no tenía un ojo y el otro apenas le colgaba.
La madre, identificada como María Del Carmen Ríos, junto con su hermana, fueron las responsables del crimen, el cual cometieron sólo porque Fernandito no cerró los ojos para orar. Lo agarraron entre las dos; su hermana le sostuvo la cabeza, y su mamá le arrancó los ojos con sus propias manos.
Cuando detuvieron a la familia, se les realizó un prueba toxicológica para saber si estaban bajo los efectos de drogas o alguna otra sustancia ilícita, pero al salir negativos, se supo que en todo momento estuvieron conscientes de lo que estaban haciendo.
Fernandito fue trasladado en avión a un hospital para ver si podía recuperar el ojo que le quedó colgando, pero todo esfuerzo fue imposible.
Finalmente, los seis integrantes de la familia recibieron 30 años de cárcel, mientras que la madre del menor, además de quedar bajo prisión, se le sumó una multa por 105 mil pesos.
Después de lo ocurrido, el DIF le entregó a sus abuelos paternos la custodia de Fernandito, mientras su padre era el encargado de llevarlo a la fundación para continuar su tratamiento. Sin embargo, un día dejó de hacerlo y fue lo último que se supo del niño.
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