Ann Elizabeth Isham de 50 años en ese entonces, fue una mujer que viajaba en primera clase en el trasatlántico El Titanic junto a su perro de raza Gran Danés y es que triste suceso nos demuestra el amor más puro que existe.
La historia nos cuenta que, Ann ya había subido a uno de los botes salvavidas junto a su perro, pero decidió abandonarlo luego de que uno de los marines le informará que su perro no podía ir en el bote, ya que al ser un Gran Danés ocupaba todo el lugar que podía ocupar otra persona.
Fue así como Ann no lo dudo ni un segundo, salió del bote junto con su perro quien era su compañero de vida, ya que justo se habia divorciado y nunca tuvo hijos.
Así que caminó de regreso al Titanic con su perro y se sentó en la cubierta del bote a contemplar lo que serían sus últimos momentos.
Días después pasajeros de otro bote, quienes pasaron por la zona de la tragedia, aseguraron haber visto entre los cuerpos flotando, el de una mujer abrazada a su perro, pero este hecho no pudo ser confirmado ya que su cuerpo junto con muchos más nunca fue recuperado.
Ann paso a la historia como un ejemplo de amor incondicional a los animales, su familia construyó un monumento en su memoria en Vermont, Washington de donde era originaria.
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