Te amo hasta el último día de mi última vida: carta a mi mamá que lo ha hecho todo por mí


No son suficientes las palabras para agradecerte todo lo que has hecho por mí, cada lágrima, cada esfuerzo, cada lucha y cada gesto de amor; jamás terminaría de agradecerte la persona en la que me has convertido, cómo me has guiado y, sobre todo, la manera incondicional en cómo me has amado.

Te admiro a cada hora, cómo aún en la tempestad lo has hecho todo por mí; cómo aún estando tú incompleta, me complementas a mí, aún sin fuerza, aún sin ganas, sin energía, aún estando rota, nunca dejaste de coserme a mí.

Sanaste las heridas de mis rodillas y también las del alma, con amor, delicadeza, con besos, con atención, con calidez, con tus manos mágicas llenas de intensidad, nobleza, cariño y valentía. Las mismas que cargaban con horas de trabajo, desvelos y, algunas veces, con tristezas; las que cargaron con un corazón roto, con heridas y hasta frustraciones… y aún con el peso de todo eso, nunca dejaste de ver por mí incluso antes de ti.

Te valoro cada día, tu fortaleza, tus valores, la lealtad que le tienes a tus principios y a tus ideales; valoro tu valentía, tu grandeza, tus ganas de salir adelante cada día, de superarte, de aprender, de crecer y, sobre todo, de hacer hasta lo imposible para hacerme crecer a mí.

No tengo palabras, jamás me alcanzarían para hacerte saber lo perfecta que eres, lo increíble y mágica; el corazón tan lleno de pureza, sinceridad y amor del que eres dueña. No hay manera, no la encuentro, para decirte que eres la mujer más perfecta que he visto, llena de luz, de intensidad, de vida, tan llena de ti.

Agradezco que seas mi mamá en esta vida y deseo que lo sigas siendo en mil más.

Contigo no necesito más, escucharte en el teléfono, abrazarte, tus mensajes por las mañanas, tus consejos, tus pláticas, tu preocupación, tu amor… con eso estoy completa y todo lo demás me sobra porque teniéndote cerca de mí, puedo ser yo.

No hay ninguna otra voz a la que le crea que no sea la tuya, sólo confío en ti y en tu amor incondicional; basta con escucharte para recuperar la fuerza que luego dejo ir, para levantarme, para continuar y ése es tu superpoder, elevar el alma más derrotada, la más triste, la más oscura. Lo iluminas todo, lo que toques, el lugar al que llegues, el corazón al que entres, lo iluminas. Lo encantas y lo procuras.

Te mereces todo lo bueno del universo, mamá. Te lo mereces desde el día en el que naciste y deseo que, quien sea que sea el responsable, se encargue de borrar tus daños, tus lágrimas, tu dolor, tu sufrimiento y las injusticias que has vivido. Si pudiera hacer algo para demostrarte el amor y admiración que te tengo, eso haría, barrería las lágrimas del ayer y del hoy para que recibas, al menos, una parte de lo que tú le has dado al universo… que ya ha sido bastante.

Te amo hasta el último día de mi última vida, mujer eterna. Eres mi luz, mi sol, mi ida y mi llegada porque por ti voy y por ti regreso. Eres más de lo que alguien como yo pudiera merecer, eres mi amor más bonito, el mejor. Eres mi hogar y eres mi familia.

Sin ti no hay nada; sin ti, no hay más. Te amo, mamá, en todos los planos que me toque vivir. Porque en cualquiera, en el que sea, siempre serás tú.

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