Las comedias románticas, y la idea de encontrar el amor, en general, suelen estar reservadas para la juventud. Ya sean adolescentes o veinteañeras, las protagonistas de este género de películas están buscando su primer amor o su gran amor.
Pero qué pasa cuando ya viviste esos amores y... te vuelves a enamorar.
Esa fue la innovadora premisa con la que Alguien tiene que ceder llegó a los cines en el año 2003 y enamoró a millones de mujeres que se sintieron identificadas.
Y no solo las de más de 50, sino las que sabemos que, al llegar a la edad que sea, queremos seguir sintiendo amor, deseo y esas mariposas en el estómago que tienen que ver con enamorarse, otra vez.
La historia en Alguien tiene que ceder va así: Eica Barry (Diane Keaton) es una exitosa escritora de cincuentaytantos, divorciada y madre de una hija en sus veintes. Un fin de semana, su hija Marin (Amanda Peet) decide ir a la casa de verano de su madre con su nuevo novio Harry (Jack Nicholson), un productor de hip hop en sus sesentaytantos, famoso por salir solo con mujeres de menos de 30 y nunca haberse casado.
El momento shockea a Erica y a su hermana, quienes planeaban pasar el fin de semana trabajando, pero deciden cenar juntos y ahí se plantea el meollo de la película: después de los 50, los hombres salen con mujeres menores y las mujeres de esa edad, quedan relegadas a la soltería.
Esa noche, Harry sufre un infarto, y su doctor (el guapísimo Keanu Reeves) le ordena quedarse en reposo, por lo que no puede irse de la casa de Erica, y cuando todos se van, se quedan encerrados solos, y descubren que, aunque en la superficie son opuestos, tienen muchos puntos en común.
Al mismo tiempo, el doctor (otra vez, el guapísimo Keanu Reeves), invita a salir a Erica, y ella, que pensaba que su vida amorosa se había acabado con el divorcio, se ve envuelta en un triángulo amoroso entre un playboy de 60 y un doctor de 36.
En una comedia romántica usual, la protagonista de la historia sería Marin, la hija en sus veintes. Y Erica sería un personaje secundario y poco desarrollado.
Pero la directora Nancy Meyers, inspirada en su propia vida y en las fantasías que quería ver en el cine, decidió que la protagonista fuera una mujer como ella: exitosa, divorciada, con una hija mayor y una cocina de ensueño.
El asunto resonó. La película es una celebración, hasta el final, de la vejez. Y no la vejez por un número, sino por la experiencia, por la vida vivida que une a los personajes de Keaton y Nicholson, aunque puedan parecer tan diferentes.
Uno de los mayores debates que despertó la película es si Erica debía quedarse con el de 60 o el de 36. Todas las jóvenes que conozco, y me incluyo, creemos que debió elegir a Keanu Reeves.
Sin embargo, mi mamá y otras mujeres de más de 50, creen que Nicholson era la elección correcta, porque es con quien tiene un futuro emocional y familiar.
Y yo les creo.
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