Cuando decides unir tu vida con la de alguien nunca esperas que se termine, al contrario, tomamos esa decisión porque queremos que eso que nos hace sentir nuestra persona especial dure para siempre.
Nadie espera fracasar o fastidiarse de quien alguna vez amó, o lo que es peor, decepcionarse de aquel que vivió en el pedestal del corazón.
Si algo no hemos podido controlar los humanos es el miedo a perder, perder a un ser querido, perder a una pareja o la idea que tenemos de ésta puede ser quizás algo tan doloroso como la muerte. Para nosotros entender que el amor es finito no cabe en las historias de fantasía que nos creamos sobre el matrimonio.
Todos nos casamos con el mismo entusiasmo, es hermoso construirnos un castillo de la nada, un castillo donde el único tamaño que importa es el del amor que sentimos por el otro.
Pero a veces las cosas cambian, nosotros cambiamos, nuestra vida, nuestros ideales, nuestros sueños: todo cambia y en el afán de conservar intacto el amor que nos motivó a unirnos en matrimonio con alguien más, omitimos que nos tragó la rutina, que alguien ya no nos hace feliz, que ya no amamos más a quien en su momento nos hizo creer en el amor eterno.
Qué difícil es decir no te amo más, probablemente es más sencillo acostumbrarse, fingir. Pretender que no pasa nada. Que el amor sigue latente. Es difícil porque pensamos que eso que nos hace ahora miserables es el fruto de nuestras decisiones, pero no lo es. Siempre hay opciones.
El amor se va, caduca, se transforma y a veces preferimos aceptar un matrimonio infeliz antes de fracasar como pareja. Hasta llegamos a pensar que el divorcio es lo peor que nos pueda pasar. Quizá deberíamos de quitarle lo sagrado al matrimonio, para agregarle el valor de lo humano.
Es posible que dejemos de amar a alguien, también es posible que no queramos más compartir nuestro tiempo con alguien, el divorcio no es una tragedia, por más que nos digan que lo es, el divorcio es una opción, una opción para los que valerosamente aceptan que ya no hay más que aportar o compartir con la pareja.
A veces no se trata de desamor, a veces nos divorciamos motivados por una traición, para defender nuestra dignidad y de entender que simplemente podemos darnos una nueva oportunidad de amar a alguien que nos ame tanto como nosotros amamos. A veces también nos equivocamos y nos cuesta aceptar que nuestro matrimonio fue un impulso, carente de análisis, eso también pasa y el válido querer salir de ahí.
El divorcio no es una tragedia, tragedia es tener un matrimonio infeliz.
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