Si supiéramos de antemano cómo va a terminar cada una de nuestras historias de amor, probablemente no haríamos ni la mitad de lo que hacemos por la otra persona.
Conocí a Sergio en la fiesta de uno de mis mejores amigos, y desde la adolescencia que nadie me había gustado tan rápido en tan poco tiempo.
Hicimos clic de inmediato, él era todo lo encantador que cualquiera podría imaginar, además de guapo. Alto, atlético, con una voz y una sonrisa que haría temblar las rodillas de cualquiera.
Todo pasó muy rápido entre nosotros. A la semana ya éramos novios y nos dedicábamos las canciones más cursis que pudieras imaginar.
Sin embargo, aunque ya toda mi familia y amigos sabía que andábamos, los de él no. Tampoco lo sabía sus exnovia, a quien él veía seguido porque habían quedado "como buenos amigos".
En ese momento no me importo. Total, mientras yo supiera que me quería qué más me daba quién estuviera enterado, o si cada sábado su ex me acompañaba a verlo a sus partidos de futbol.
A los pocos meses empezamos a hablar de hacer una vida juntos, ahorrar para rentar un departamento para los dos y sacar el crédito para un carro.
Entonces yo vivía con roomies y él pasaba casi todo el tiempo conmigo. Así que decidimos que no tenía caso que él pagara otra renta y se mudó ese fin de semana.
Yo me sentía tan afortunada de que alguien se preocupara tanto por mí que no vi que en realidad estaba siendo manipulada por un maestro.
Poco a poco me convenció de meterme al gimnasio (aunque yo ya me sentía muy cómoda con mi cuerpo). Me pinté el cabello porque él tenía ganas de ver cómo me vería rubia.
De pronto ya no salía con mis amigas, y cuando planeaba hacerlo él sacaba cualquier pleito tonto para desanimarme de ir. Pero yo estaba bien, o lo estaría mientras estuviera con él.
Me conté esa mentira incluso cuando él renunció a su trabajo y me tocó a mí cubrir todos los gastos de la casa. Incluso cuando se negó a buscar un nuevo empleo porque "no había uno que le gustara".
Él se convirtió en mi mundo entero, en lo más importante, en mi única compañía. Sacrifiqué tiempo, familia, amistades y mi propia libertad por el sueño de una vida con él.
Un sueño que no se cumplió ni se cumpliría.
El fin de año llegó y con él también llego el fin de la empresa en la que trabajaba.
Durante unos meses Sergio y yo vivimos de mi liquidación, pero con el tiempo yo lo empecé a notar cada vez más y más distante.
Hasta que unas semanas más tarde me pidió hablar, dijo que no se sentía cómodo con la relación, que sentía que yo era demasiado dependiente y me pidió darnos un tiempo.
No volví a saber de él hasta que un día, las redes me lo sugirieron como amigo. En sus fotos vi que había regresado con su ex y que juntos salían de viaje e iban a restaurantes caros.
Fue hasta ver esas fotos, después de meses de llorar, que entendí la forma en que había desperdiciado esos casi tres años de mi vida.
Tres años en los que yo lo quise como a nadie, pero él solo me quiso como a todas las demás.
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