No todos los amores acaban mal, ni creo que sea necesario terminar mal para poder seguir adelante y superar, y aún así, aún me duele saber cómo terminó todo entre nosotros.
A veces pienso que se te olvida que yo soy quien te amó cuando ni tú te amabas, cuando nadie veía en ti al hombre en el que te convertiste.
Si bien sé que mucho tuvo que ver con tus propios esfuerzos, siempre estuve a tu lado y te apoyé, te ayudé a crecer e incluso antepuse tu crecimiento al mío, tu felicidad a la mía.
Y luego, cuando el tiempo pasó, cuando te sentiste suficientemente grande y dejaste de ver en mí a la mujer que podía hacerte crecer, te marchaste.
No me duele que te hayas ido, porque yo sé que a veces las cosas no salen como esperaban, tampoco lo digo porque yo todavía te amaba.
Me dolió lo que me hiciste sentir, la forma en la que te sentiste tan superior a mí, en que me hiciste sentir que me dejabas por alguien que sí valía la pena, cuando poco antes ni tú valías tanto.
Me dolió que no recordaras que yo te había hecho el hombre en el que te convertiste, que no pudieras ver todo lo que hice por ti y lo que te ayudé a crecer, que de hecho crecimos juntos. Como si yo no estuviera a la altura de tu vida.
Por suerte esa indiferencia me ayudó a crecer aún más y me recordó que no valía la pena llorar por alguien que no recordaba todo lo que había hecho por ti.
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